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ABOGACÍA PREVENTIVA

Normalmente la concurrencia a un buffet de abogados se da cuando cuando algo no anda bien y ya no queda más remedio que buscar su consejo. El abogado, entonces, aparece en escena cuando “la mecha ya ha sido encendida…”. De hecho, ya sea por un tema cultural o de idiosincrasia, los abogados son consultados como último recurso.
Muchas veces el ciudadano , a efectos de evitar gastos en consultas, y sobreestimando su propia capacidad y conocimiento para controlar una operación que tenga aristas legales (por ejemplo, compraventas, alquileres, etc.) se embarca en situaciones, luego, muy difíciles de resolver.
No  olvidemos que vivimos, y cada vez más, en una sociedad repleta de conflictos y ninguno está exento de sufrir, inclusive, sin haber participado en su causa. Así aparecen de la nada situaciones que tienen que resolverse en Tribunales colapsados en todos sus niveles, con capacidad de respuesta lenta y limitada; con procesos cada vez mas costosos, envueltas de una peligrosa incertidumbre y consecuente carga emocional a las partes.
Estamos convencidos que el sistema de resolución de conflictos actual necesita de un enfoque diferente para evitar y solucionar tales inconveniente, y es allí donde aparece la “abogacía preventiva”, que no es otra que la que se ejerce basándose en el empleo de técnicas orientadas a la anticipación y prevención de conflictos legales, o bien, a minimizar sus consecuencias.
Naturalmente, ello no obsta para que en caso del a veces inevitable litigio judicial, el abogado emplee su capacidad, astucia y prestigio para defender con éxito los intereses de su cliente, o, como dice Polonio sabiamente a su hijo Alertes en Hamlet: “Guárdate de entrar en pendencia; pero, una vez en ella, obra de modo que sea el contrario quien se guarde de ti”.
También se sabe que "un buen abogado tiene clientes, no procesos, no cuenta los pleitos ganados, sino los prevenidos". “Pleito ahorrado, pleito ganado”
El asesoramiento del abogado no es caro: es proporcional al servicio prestado. Y evita disgustos, insomnios y dinero. Porque, una vez el problema se produce, y el cliente se “resigna” a acudir a un abogado, la solución es cara y, a veces, no totalmente satisfactoria; entonces es cuando el abogado adquiere la imagen de un profesional indeseable, caro e ineficaz.
Corren tiempos de prevención, no de tratamientos ni de operaciones quirúrgicas. La salud de los pueblos y de los individuos no se mide por las enfermedades superadas, sino por sus ausencias. Dichoso aquel que no va al médico para que lo cure, sino solamente para que le indique los medios de no enfermar. Feliz aquel que no visita al abogado para que lo saque con fortuna de un juzgado, sino para que le diga qué ha de hacer para no tener siquiera necesidad de pisarlo. El prevenido pasa el día sin sobresaltos y la noche sin pesadillas, no teme visitas inesperadas ni necesita fatigarse en los pasillos de los Tribunales. Prevenir conflictos es colaborar con la justicia, asegurar la convivencia familiar y ciudadana y, desde luego, suavizar el orden económico y el progreso social.
Los británicos acuden a su abogado frecuentemente, -dicen en el argot, que casi para ir al aseo-, por no ser más soeces.
No pretendemos convencer de la necesidad de un abogado en su vida, pero sí de que dejando las cosas para el último momento, dificultan en grado sumo una defensa.
Un asesoramiento jurídico simple a menudo puede evitar años de pesadilla, las barreras e incluso retroceso en la vida del ciudadano o empresa. La información legal es un factor clave para el crecimiento del imperio de la ley.